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La mochila de los prejuicios.
- 16 de diciembre de 2018
- Publicado por: Dra Carmen Zorrilla
- Categoría: Coaching Consciencia-Espiritualidad Desarrollo personal Inteligencia y gestión emocional Sin categoría
Lo reconozcamos o no, llevamos una mochila cargada de prejuicios. Los prejuicios no son más que la formación de un juicio sobre una persona, grupo o suceso de manera anticipada y con pocos datos.
Generalmente este proceso ocurre por debajo del umbral de nuestra conciencia y distorsionan nuestra percepción, por lo que reaccionamos ante la idea que nos hemos formado y no ante la realidad. El Efecto Horn es una de las peores manifestaciones de esos prejuicios.
Consiste en sacar conclusiones sobre una persona basándonos solamente en un rasgo, lo cual da pie a una generalización errónea. Ese prejuicio influirá en cómo percibimos a esa persona, hasta el punto de nublar nuestro juicio sobre ella y determinar nuestras actitudes posteriormente.
Algunas veces los prejuicios son el resultado de nuestras propias experiencias, pero en otros casos se trata de prejuicios transmitidos culturalmente.
Cuando nos formamos una imagen de una persona o grupo, es muy difícil cambiarla. Si observamos algo que no nos gusta de una persona, seguiremos otorgándole características negativas y la juzgaremos; eso determinará nuestra actitud y comportamiento hacia ella, creando una profecía que se autocumple.
En el año 1920, el psicólogo Edward L.Thorndike comprobó en el ejército que cuando los soldados descubrían algo bueno en sus superiores, empezaban a otorgarles automáticamente rasgos positivos. A este fenómeno lo llamó “Efecto Halo”.
También descubrió que podía ocurrir exactamente lo contrario: cuando un superior hacía algo negativo se convertía automáticamente en una persona detestable. A este fenómeno le denominó “Efecto Horn”.
Más tarde, los psicólogos Nisbett y Wilson profundizaron en este fenómeno reclutando a 118 alumnos de la Universidad de Michigan. Todos vieron un vídeo en el que aparecía el mismo profesor, pero en uno de ellos se mostraba amable y en el otro autoritario y antipático.
Cuando terminaron de ver el vídeo, los investigadores pidieron a los estudiantes que describieran el aspecto físico del profesor.
Los alumnos que lo habían visto con una actitud amable lo describieron como un hombre atractivo mientras que los otros afirmaban que era una persona poco agraciada. Por supuesto, todos pensaban que sus juicios eran objetivos. No eran conscientes de que su percepción estaba mediatizada por el Efecto Horn.
El Efecto Horn es el resultado de pensar que los rasgos negativos están conectados entre sí. Entonces nuestro juicio se ve afectado por esa percepción negativa y desfavorable. Implica activar una atención selectiva; es decir, solo nos fijamos en un aspecto y extraemos conclusiones a partir de éste, formándonos una imagen negativa de la persona.
En su base también se encuentra un pensamiento dicotómico, de “todo o nada”, la idea de que las personas son buenas o malas. Si tenemos una mente más flexible y comprendemos que lo positivo y lo negativo coexisten, hay menos probabilidades de que seamos víctimas del Efecto Horn.
Los estereotipos son normales, nos ayudan a lidiar con el exceso de información en entornos muy complejos y nos proporcionan una pauta de comportamiento muy sencilla a seguir. Nos brindan pistas rápidas para reaccionar en entornos nuevos con un elevado grado de incertidumbre.
Sin embargo, el problema comienza cuando no somos capaces de ir más allá del estereotipo y éste se convierte en un prejuicio asignando a las personas determinadas características generales según su color de la piel, religión, nacionalidad o cualquier otra caracteristica.
Cuando prejuzgamos a una persona dejándonos llevar por la primera impresión y no le damos una “segunda oportunidad”, estamos contribuyendo a consolidar nuestros prejuicios. Si asumimos que una persona es desagradable, es probable que nos comportemos de manera ruda con ella, por lo que ésta se pondrá a la defensiva. Así corroboramos, sin darnos cuenta, nuestros prejuicios.
¿Cómo evitar el efecto Horn?
Es imposible evitar por completo los prejuicios, pero podemos asegurarnos de que éstos no influyan en nuestros comportamientos, actitudes y decisiones activando cualidades de la mente superior, de nuestro Ser.
Si desarrollas una mentalidad más abierta, comprendiendo que nadie es completamente malo ni bueno sino que todos tenemos luces y sombras, serás menos propenso a padecer el Efecto Horn porque no tendrás la tendencia a conectar rasgos negativos entre sí.
Reflexiona sobre los estereotipos que arrastras, esos que quizás te ha inoculado la sociedad. Pregúntate cuánto hay de cierto en esas creencias y cuánto se debe a generalizaciones erróneas que no tienen nada que ver contigo.
También es importante que analices los prejuicios que provienen de tus experiencias. Así comprenderás que un caso aislado no puede representar a todo un grupo. Párate y analiza tus pensamientos y tus pautas automáticas de conducta.
Tomemos nuestro tiempo para conocer y comprender a los demás, busquemos más allá para entender la complejidad y riqueza que encierra cada persona.
Es bueno recordar que todos tenemos la libertad de Ser, porque tenemos la libertad de escoger nuestras acciones.
El hombre puede ser desposeído de todo excepto de una cosa: La última de las libertades humanas, la libertad de escoger la actitud que uno adopta ante cualquier conjunto de circunstancias y de escoger su propio camino.
Viktor Frankl.
Fuentes:
El poder de la bondad. Piero Ferrucci. Ed. Urano 2005.
La libertad de ser. Annie Marquier. Ed. Luciérnaga 2017.