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Elogio de la cordura, elogio de la lentitud.
- 2 de junio de 2018
- Publicado por: Dra Carmen Zorrilla
- Categoría: Desarrollo personal Inteligencia y gestión emocional
Estamos acostumbrados a hacer dos cosas a la vez, nuestra vida se ha convertido en una larga lista de cosas por realizar, en un ejercicio de prisa estúpida en el que todos estamos atrapados.
Trabajar, contestar un mensaje de móvil o responder un correo al mismo tiempo nos resulta cotidiano.¿Que es lo primero que hacemos al despertar por la mañana?¿Correr la cortina para admirar el día……? No, es mirar el reloj y a partir de ahí él manda. Si es temprano, sigo durmiendo y si es tarde, corro. Y es que por muy rápido que vayamos, el reloj nunca tiene suficientes horas. Como dice un proverbio italiano:
“El hombre mide el tiempo y éste mide al hombre”
No hace tanto, las personas comían cuando tenían hambre y dormían cuando se amodorraban. El capitalismo industrial se alimentaba de la velocidad y como dice Carlo Petrini fundador del movimiento Slow food: “Nuestro siglo empezó y se ha desarrollado bajo la insignia de la civilización industrial. Primero inventó la máquina y luego la tomó como modelo de su vida. Estamos esclavizados por la velocidad y todos hemos sucumbido al mismo virus. Vivir rápido, una actitud que trastorna nuestros hábitos, invade la intimidad de nuestros hogares y nos obliga a ingerir la llamada comida rápida”.
Existe una creciente minoría que no se inclina por vivir con el motor acelerado al máximo. En cada actividad humana imaginable, desde el sexo, el trabajo, el ejercicio, hasta la alimentación crean un espacio para la lentitud. Hacer las cosas más lentas es hacerlas mejor: salud, familia cocina, y sobretodo realizarlas de un modo más feliz. El movimiento Slow no propone hacer las cosas a paso de tortuga, la filosofía de la lentitud se resume en equilibrio. Actuar con rapidez cuando tiene sentido hacerlo y ser lento cuando es lo más conveniente.
Ser Slow significa que uno controla los ritmos de su vida y decide qué velocidad conviene en un determinado contexto, reivindicando el derecho a establecer nuestros propios tiempos. Este movimiento nació en Europa central hace algunos años y cada vez cuenta con más apoyo en todo el mundo, especialmente entre los países desarrollados.
Es inevitable que una persona apresurada se convierta en superficial. Cuando nos apresuramos, no podemos profundizar: en lo que hacemos, en el contacto con el mundo, en nosotros mismos o en los demás. El ritmo rápido de nuestra sociedad ha hecho que la ansiedad y la depresión se hayan convertido en los grandes males del siglo veintiuno.
El aburrimiento no existía hace 50 años, es una invención moderna. Cuando eliminamos los estímulos, nos ponemos nerviosos y buscamos algo para llenar el tiempo. En esta era de medios de comunicación, hemos perdido el arte de no hacer nada, de cerrar las puertas del ruido de fondo y de las distracciones, de aflojar el paso y permanecer a solas con nosotros mismos, simplemente Ser.
Para que el movimiento Slow cale en nuestras vidas, necesitamos cambiar nuestra forma de pensar, necesitas aquietar la mente y liberarla en algún momento de los continuos estímulos que la empujan. Para ello nada mejor que la meditación, escuchar música, pasear por la naturaleza, hacer ejercicio, etc. Incluso a las mentes más rápidas, confusas y estresadas logra calmar y tranquilizar.
Se nos ha inculcado la creencia que tenerlo todo es un derecho y un deber, pero poseérlo todo ha resultado un arma de doble filo, ya que educados para el éxito y una actividad incansable durante todo el día, nos damos cuenta que la felicidad no consiste en ser el más eficaz y atareado; muy al contrario encontramos la felicidad en las cosas sencillas y lentas de la vida, un paseo por la playa sentarnos bajo un árbol, leer un libro, disfrutar de una sobremesa, contar un cuento a nuestros hijos, escuchar música.
Tengamos en cuenta que cada día es único y tenemos la oportunidad de vivirlo con conciencia plena, porque para grabar recuerdos en nuestra memoria, primero hemos de crear esas experiencias con plenitud y emocionarnos con ellas. Sobretodo vivir más despacio nos proporciona el tiempo para saber que siento y que quiero en cada momento.
Por ello para, respira, siente, disfruta, emociónate. Aparta los estímulos y exigencias del exterior y vive este momento exacto. Accede y habita en el ahora y permanece siempre conectado con tu ser, cuando no estamos conectados con conciencia plena en éste preciso momento, nos desconectamos de nosotros mismos, de las personas que nos rodean y al final nos genera infelicidad.
Fuentes:
L.Thomsen Bri. “Hygge: El arte de disfrutar las cosas sencillas”. Ed. Agapea. 2016.
C.Honoré. “Elogio de la lentitud”. Ed.RBA. 2004.