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El noble silencio.
- 27 de marzo de 2018
- Publicado por: Dra Carmen Zorrilla
- Categoría: Sin categoría
El ser humano necesita crear oasis de calma en medio del ruido para recuperar la armonía interior. En la era de internet, el ruido ya no es solo auditivo, ruido es todo aquello que llama a la puerta de nuestra atención, muchas veces sin haberlo elegido como es el caso de: whatsapps, correos y redes sociales. Cada vez se hace más importante intentar responder estas preguntas que el autor Noruego Erling Kagge en su libro “El silencio en la era del ruido” nos plantea.
¿Qué es el silencio?, ¿dónde encontrarlo? y ¿por qué es hoy más importante que nunca?.
En este libro se recoge un estudio que demuestra que el ser humano teme el encuentro con uno mismo. Investigadores de dos universidades norteamericanas trabajaron con un grupo de voluntarios que se ofrecieron a pasar solos un tiempo determinado sentados en una habitación sin entretenimientos. El único estímulo posible era pulsar un botón que liberaba una pequeña descarga eléctrica que sufría el propio voluntario.
Por increíble que parezca, muchos de ellos pulsaron el botón numerosas veces, algunos cientos de veces. Preferían aquella sensación desagradable y agresiva a no experimentar nada. Quizás porque sentarse tranquilamente a pensar les parecía más amenazador.
Hace ya tres siglos y medio, el matemático y filósofo Blaise Pascal ya aludía a esta cuestión al decir que “la infelicidad del hombre se basa solo en una cosa, en ser incapaz de quedarse quieto en su habitación”. Se refería a un lugar sin entretenimientos, ni distracciones de ninguna clase.
Numerosos estudios demuestran los efectos beneficiosos sobre la salud:
1.- Estimula la neurogénesis.
Según un estudio llevado a cabo en Alemania por el Research Center for Regenerative Therapies Dresden, hay procesos cerebrales que solo se pueden llevar a cabo en silencio, como es el caso de la neurogénesis (proceso de formación de nuevas neuronas a lo largo de la vida).
Investigadores alemanes hicieron un experimento con un grupo de ratones. El estudio consistía en dejarlos en completo silencio durante dos horas al día. Después se analizarían sus cerebros para ver si ésto originaba algún cambio.
El resultado fue contundente. Tras un tiempo de estar sometidos a esta rutina, pudo observarse que en todos los ratones estudiados se había producido un crecimiento del número de células dentro del hipocampo. Ésta es la región del cerebro que regula las emociones, la memoria y el aprendizaje.
Los expertos también constataron que las nuevas células nerviosas se integraban progresivamente en el sistema nervioso central y que luego se especializaban en diferentes funciones. En conclusión, el silencio había producido formación de nuevas neuronas de forma significativa.
2.- Estructura la información que recibimos.
Durante el sueño comienzan a desarrollarse otros procesos que complementan los que se realizan cuando estamos activos. El cerebro evalúa la información y las experiencias a las que hemos estado expuestos a lo largo del día. Luego organiza e integra la información relevante y desecha lo que no es importante. Este proceso es completamente inconsciente, pero produce efectos conscientes imprescindibles.
Lo interesante de todo ésto es que un proceso similar también se produce cuando estamos en silencio. La ausencia de estímulos auditivos tiene casi el mismo efecto que el descanso. El silencio, por lo general, nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos lleva a una introspección y ésto depura las emociones y reafirma la identidad.
3.- Reducción del estrés.
El silencio no solamente nos vuelve más inteligentes, creativos y seguros. El silencio también tiene efectos muy positivos sobre los estados de angustia.
Existen numerosos estudios al respecto. Una investigación que se realizó en la Universidad de Cornell, encontró que los niños que viven cerca de los aeropuertos mantienen un elevado nivel de estrés; también tienen una presión arterial más alta y presentan altos índices de cortisol, la hormona del estrés.
Por suerte, también ocurre lo contrario; ésto lo evidenció un estudio de la Universidad de Pavia en el que se verificó que tan solo dos minutos de silencio absoluto son más enriquecedores que escuchar música relajante. De hecho, se comprobó que la presión sanguínea disminuía y las hormonas del estrés también. Se demostró que las personas lograban sentirse más despiertas y tranquilas después de este pequeño baño de silencio.
Produce grandes beneficios tanto intelectuales como emocionales. Podríamos afirmar que mantenerte en silencio, al menos por periodos al día, es un factor determinante en la salud cerebral.
Es un elemento decisivo para mejorar nuestro estado emocional, salud y calidad de vida.
Para encontrar el silencio debemos realizar tres pasos simples: detener nuestra actividad, respirar y acallar el pensamiento; ( o no tan simples ).
El silencio no es solo la ausencia de sonido, ni de estímulos sino es un poder interior que todos tenemos. Lo que sucede es que no nos atrevemos a escucharlo; atendemos el parloteo de la mente que tapa el silencio interior y exterior.
No logramos escuchar el silencio porque enganchados al pasado y ocupados con el presente tenemos miedo al futuro. Es decir, estamos atrapados por nuestro ego.
El silencio externo nos va procurar el interno; y cuando la mente se acalla lograremos oír quienes somos. Alcanzaremos la armonía y la felicidad.
Para conseguir el “noble silencio” del que hablaba Buda, algunas ideas:
- Practica la escucha empática. Significa que cuando estemos escuchando a alguien acallemos las palabras y la mente. No interrumpamos al interlocutor, escuchemos con el corazón sin elaborar juicios mentales, tampoco pensemos en lo que le diremos a la persona cuando acabe de hablar. Es estar presente al cien por cien en lo que dice el otro, sin entrar en valoraciones y distracciones. Es decir, hacer dentro de mí el silencio para escuchar y poder comprender a la otra persona.
- Busca momentos a lo largo del día de silencio y serenidad, aunque sean breves. Puede ser en el desayuno, en lugar de conectarnos a dispositivos podemos organizar la jornada sin interferencias.
- Busca momentos de Mindfulness, no necesitamos ni una sala especial, ni un instructor, basta con sentarnos cómodamente con la espalda recta, cerrar los ojos y centrar la atención en la entrada y salida de aire por la nariz.
- Encuentra lugares en la ciudad que invitan a lo largo del día al encuentro con uno mismo. Entrar en una iglesia y disfrutar del silencio, seas creyente o no es una buena cura contra la aceleración y ruido de la vida moderna. Sentarse en un parque para hacer un alto en la jornada o incluso en un banco en una plaza. Todos estos sitios son estupendos para descansar cuerpo y mente.
- Restringe el uso de dispositivos. No utilizarlos y silenciarlos durante el tiempo de descanso o de relaciones familiares. Autolimitarnos en el uso de móviles y ordenadores. Procurarnos espacios analógicos donde no seremos interrumpidos. Ese es un lujo que nos merecemos y nos demuestra que en nuestro tiempo mandamos nosotros.
Si no somos capaces de callar el ruido externo, iremos como “pollos sin cabeza”, sin analizar nuestras experiencias, ni realizar una observación de nuestros procesos de conciencia. Nos desconectamos de lo más importante que tenemos, nuestra esencia. Caeremos en la trampa de la forma, olvidando que somos cuerpo, mente y espíritu. No sabremos quienes somos, que queremos y tendremos miedo, miedo a lo desconocido; y con el miedo aparece el sufrimiento.
Nos desconectamos de nosotros mismos, perdemos el centro y con él la conexión con las personas y con el universo.
Así lo expresa Eckhart Tolle, “Cuando pierdes contacto con la quietud interior, pierdes contacto contigo mismo. Cuando pierdes contacto contigo mismo, te pierdes en el mundo”. Y yo me pregunto: ¿Quién alguna vez no se ha sentido perdido en el mundo?.
El silencio es saludable y nos proporciona el equilibrio necesario que contrarreste la vida acelerada y ruidosa que estamos acostumbrados a vivir. Pero sobretodo el silencio nos hace oír la voz de nuestra alma, de nuestra consciencia, de lo más profundo de nuestro ser, nos conecta con nuestros sentimientos más hondos y podemos escuchar que queremos y quienes somos realmente.
El ser humano tiene miedo a lo desconocido, por eso quizá le tiene miedo a la reflexión interior ya que mucha partes de nosotros siguen ocultas esperando silencio y honestidad.