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La importancia de las emociones.
- 15 de octubre de 2017
- Publicado por: Dra Carmen Zorrilla
- Categoría: Inteligencia y gestión emocional

Cuando nos desbordan las emociones hay una tendencia a negarlas o reprimirlas; es como si quisiéramos contener un río con muros o presas, a pesar de la fortaleza de éstos, pueden acabar cediendo si se los somete a mucha presión.
En la vida siempre existe un juego entre opuestos: apreciamos la luz porque existe la oscuridad, valoramos más la salud cuando nos enfrentamos a una enfermedad, la vida existe gracias a la presencia constante de la muerte. La maduración personal consiste en reconocer la existencia de ésta dualidad en el ser humano, que es extensible al campo de las emociones; funciona de la misma forma; reímos porque sentimos, pero lloramos también por lo mismo. “Lo que está en nuestras manos no es decidir lo que queremos sentir o lo que no, sino qué hacer con los sentimientos que a veces afloran”. Jaume Soler y M.Mercé Conangla.
La educación que recibimos desde pequeños nos lleva a considerar como positivas o negativas esas emociones;. expresiones como: llorar es de débiles, no te quejes tanto, hay que ser fuerte, sonríe que estás más guapa, calla! esta conversación es de mayores, a todos nos suenan. Por otro lado, copiamos también, desde pequeños, patrones paternos, si mi padre es frío y reservado, por ejemplo, aprenderé esa forma de actuar y de afrontar mi propio mundo interior. La educación y los condicionamientos familiares marcan la percepción de las emociones.
Un niño, desde muy pequeño, se enfrenta al dilema de elegir entre expresar sus sentimientos y la necesidad de ser aceptado y querido. Por lo general, elige ésto último; ya que, necesita pertenecer a un grupo para sobrevivir; poco a poco aprende a usar el control para comportarse como se espera de él.
De esta manera se van relegando al inconsciente todas aquellas cualidades y emociones que la persona considera negativas, por educación y condicionamientos, y prefiere no incorporarlas en su personalidad. Todo lo que negamos tiende a irrumpir de forma incontrolada y destructiva en nuestra vida; a ésto, es a lo que llamó C.G.Jung nuestra Sombra.
Una persona que no reconoce su ira, se sorprende con sus arrebatos de cólera; después de esa respuesta se siente culpable y vuelve a controlar esos arrebatos, lo que genera un circulo vicioso, pasa de ser complaciente a explotar, de ahí se repliega sobre su culpabilidad para ser de nuevo complaciente; en el fondo hay un gran temor al sentimiento de culpa.
Como explica R.Dilts en la estructura de la personalidad, o Iceberg Neurológico de R.Dilts, la represión de la emociones crea una Coraza emocional, que son nuestras creencias limitantes y que está integrada por:
1. Acciones o formas de se ser basadas en miedos.
2. Miedos que desde muy pequeño aparecen.
3. Cargas emocionales no expresadas; son experiencias dolorosas del pasado, ocultas, que nos hacen inseguro.
Un ejemplo de un elemento de nuestra coraza es la forma de ser complaciente, esta forma de actuar se instauró como parte de nuestra personalidad, basada en un miedo a no ser querido, al rechazo o al abandono. Esta coraza acaba siendo una prisión para el individuo, paralizando incluso la expresión espontánea de los sentimientos. El terreno de las emociones, por ser donde más nos mostramos y ponemos en evidencia, se evita especialmente; la persona vive en un estado de alerta permanente, para que los actos y expresiones sean siempre conscientes y programados, sin dejar espacio a la espontaneidad.
Sentimos rabia, alegría, frustración; pero en realidad seguimos teniendo las mismas reacciones instintivas del hombre primitivo.Las emociones son muy poderosas, activan gran cantidad de energía y cambios a nivel físico y mental.
La condición destructiva o creativa de las emociones depende de cómo la persona sepa encauzarlas; podemos herir gravemente a alguien o a nosotros mismos, pero también podemos dirigirlas al servicio de la conciencia y el amor.
La sociedad civilizada no favorece la expresión abierta de algunos sentimientos y esa fuerza emocional, nacida del instinto, se puede transformar en irritabilidad, cólera, e incluso problemas físicos y mentales; por ello, lo primero es tomar conciencia de nuestras emociones, para utilizarlas en nuestro beneficio en lugar de ser víctimas de ellas. Nos proporcionan información de nuestro mundo interior y contribuyen a nuestro autoconocimiento pudiendo encontrar una forma adecuada de expresarlas y canalizarlas. Lo importante es ser conscientes de lo que sentimos, porqué lo sentimos y expresarlo.
El camino del equilibrio emocional.
Creemos que al permitirnos sentir una emoción apremiante, se pierde el control de uno mismo; pero ocurre lo contrario, al dejar de controlar nuestras emociones nos damos cuenta de que había más fantasía que realidad en tal idea. En cuanto traspasamos ese temor y dejamos de oponer resistencia a las emociones, que brotan de nuestro interior, se encuentra una forma saludable de expresarlo.
Muchas personas reprimen su llanto; sin embargo, cuando se permiten sentir se ven liberados en lugar de hacerles mal.
Al levantar muros debemos de “darnos cuenta” que estamos cerrándonos a experiencias que pueden enriquecer la vida; la estabilidad emocional consiste en lograr ese equilibrio que nos sitúa en el punto medio, al igual que hay un momento para contener las emociones, también tiene que haber otro para dejarnos llevar por ellas.
A lo largo de nuestra vida las emociones nos seguirán sorprendiendo, superando y aportando mucha información que debemos interpretar; eso forma parte del autoconocimiento.
Cuando expresamos las emociones, la autoestima mejora, porque el mensaje, de forma inconsciente que nos damos es: “lo que siento importa, yo importo” Berne,E (2010); nuestras relaciones alcanzan mayor profundidad y autenticidad, hablamos desde lo que realmente somos y sentimos, desde nuestra Esencia y tocamos la esencia de otras personas. Nos sentimos renovados y reconfortados, reconocemos en nuestra profunda autenticidad que todos, en mayor o menor medida tenemos. Ésta autenticidad es una fuente de motivación y de impulso vital. Sentimos que fluimos con la vida como lo hace un río, o un árbol al seguir los cambios de las estaciones; formamos parte de algo mayor, y no nos sentimos solos. Tomamos consciencia de nuestra Unicidad, todos somos UNO. La separación entre tú y yo, no existe, la crearon mis miedos y mis corazas, mi Ego.
En lo profundo de nuestra alma, todos somos y nos sentimos de la misma manera; comprendemos mejor a los demás y nace la aceptación del otro, la ausencia de juicio, la tolerancia, la sonrisa amplia y benevolente de nuestro corazón sereno.