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El peso de las etiquetas
- 16 de noviembre de 2021
- Publicado por: Dra Carmen Zorrilla
- Categoría: Desarrollo personal
Vayamos a nuestra infancia. A todos nos han llegado anécdotas contadas por nuestros padres, o familiares allegados, sobre nosotros; de tal forma que las opiniones de cómo éramos de pequeños, han sobrevivido durante muchos años. Aún hoy solemos decir que éramos nerviosos, a diferencia de nuestro hermano que era muy tranquilo.
¿Éramos cómo nos describían?; desde el inicio de nuestra vida van definiendo cómo somos, qué queremos o qué nos pasa. Decían que éramos «caprichosos», «llorones», «tímidos», «buenísimos», «exigentes» y parece que somos así. ¿Lo somos?, cada uno irá descubriendo a lo largo de su vida que normalmente no; son solo ETIQUETAS.
Así vamos creciendo, acumulamos experiencias vitales agradables, difíciles, complejas, armoniosas y hostiles. Los mayores las van nombrando y nosotros las interiorizamos –nos las creemos–sin ponerlas en duda.
Empezamos a conformar nuestras CREENCIAS. «La gente es amable», «la vida es fantástica», «la vida es dura», «no soy lo suficientemente bueno», «soy torpe», «no valgo», «soy fuerte», «llorar es de débiles», etc. Tenemos en nuestra mente ideas y opiniones de quienes somos y de nuestras cualidades; pero en la mayor parte de los casos, se alejan de nuestra personalidad real. Más tarde estas ideas y opiniones las adoptamos como propias y ya tenemos el concepto de «quiénes somos», luego lo convertimos en ideas inamovibles sobre nosotros.
Llegamos a la conclusión de que somos: buenos, malos, cabezones o generosos. Nos colgamos las etiquetas de la infancia y se las colgamos a los demás; las perpetuamos sin darnos cuenta y sin cuestionarlas.
El conocimiento de uno mismo consiste en poner en duda las etiquetas, ver de verdad cómo soy más allá de mi imagen y autoconcepto, conocer realmente QUIÉN SOY.
Cuando éramos niños siempre confiábamos en el punto de vista de nuestros padres; hoy en día hacemos igual y confiamos en entidades que nos inspiran confianza: los medios de comunicación, las redes sociales, etc. Somos tan crédulos como cuando éramos niños, nos lo creemos todo y no cuestionamos casi nada. Tenemos ideas sobre cómo vivir, qué pensar, cómo educar y qué anhelar; tal como hicieron nuestros padres. Si revisamos con honestidad muchas de las creencias que defendemos, veremos que no se sostienen, no reflejan nuestra personalidad real; nos falta autonomía de pensamiento.
Al ir conociéndote un poco mejor, descubrirás cosas que te gustan y otras que no tanto; son tus luces y sombras. No tendrás que vivir para cumplir con las expectativas y etiquetas que tienen otros; sabrás lo que quieres y hacia dónde ir.
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