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Conocerse para vivir.
- 9 de abril de 2019
- Publicado por: Dra Carmen Zorrilla
- Categoría: Desarrollo personal Inteligencia y gestión emocional
Aunque no nos guste reconocerlo, muchas veces nos quedamos estancados en niveles de autoconocimiento básicos, sorprende conocer personas que no han reflexionado sobre su vida y son unos perfectos desconocidos para ellos mismos.
Podemos distinguir cuatro facetas en el autoconocimiento:
- Lo que los demás perciben de mí: mi imagen.
- Lo que creo que soy: auto-concepto.
- Lo que soy de verdad: mi esencia.
- Lo que muestro en las redes: mi e-imagen.
Muchos de nuestros pensamientos y acciones se producen de forma automática; prácticamente tienen vida propia y actúan por debajo de nuestra consciencia. No es algo malo ya que los hábitos, rutinas y reacciones nos ayudan a simplificar el día a día. Detenernos a pensar cada momento nos tomaría demasiado tiempo y sobre todo, representaría un enorme gasto de energía mental y emocional.
El problema surge cuando funcionamos en piloto automático durante tanto tiempo que lo olvidamos, no somos conscientes de nuestros hábitos, rutinas, emociones, impulsos y reacciones. Ya no los controlamos y ellos toman el mando.
Una persona que ha desarrollado un buen nivel de autoconocimiento, de reflexión, puede decirse a sí misma: “espera un segundo… quizás tenga que cambiar este hábito que me está haciendo daño” o se preguntará: “¿quizás estoy reaccionando de manera exagerada?”. Por el contrario una persona que no ha desarrollado su autoconsciencia seguirá viviendo de modo automático, vivirá a nivel inconsciente, víctima de sus propios hábitos negativos, pensamientos recurrentes y reacciones inadecuadas. Como resultado puede sumirse en un ciclo autodestructivo o hacer daño a los demás.
Podemos distinguir tres niveles en el autoconocimiento:
Nivel 1. Responde a la pregunta: ¿Qué estás haciendo?
A veces evitamos el dolor a través de la distracción. Transportamos nuestra mente a otro momento o lugar donde nos sentimos más seguros y aislados del dolor de la vida cotidiana.
Es más fácil zambullirse en el móvil, la televisión, las redes sociales o dejar que la mente vague hacia un futuro dorado haciendo planes que jamás llevaremos a la práctica. Sólo para intentar olvidar….
Existen muchos refugios donde escondernos para sentir que todo está bien.
No hay nada de malo en distraernos, pero debemos estar seguros que no es una cortina de humo que esconde otros problemas. Cuando el objetivo de la distracción es escapar del momento resulta agotador, vivimos en una realidad paralela. Es un remedio fugaz que no nos permite tomar las riendas de nuestra vida.
Por tanto, para superar el primer nivel de autoconocimiento, es importante que reflexiones sobre tus actos cotidianos y te preguntes si te llevan donde quieres realmente estar, o te conducen a la insatisfacción, a una vida no deseada. Pregúntate si es un hábito aprendido que no te aporta nada.
Nivel 2 – Responde a la pregunta ¿Qué estás sintiendo?
Cuando funcionamos llevados por la inercia, las emociones se van acumulando sin darnos cuenta y acabamos estallando sin saber porqué.
Conectar con nuestras emociones es un proceso muy intenso que nos revela partes de nosotros que no conocíamos o que estábamos ocultando. Si nos atrevemos, descubriremos nuevas facetas de nuestro ”Yo”; es decir, sabremos cómo somos de verdad. El problema es que no nos han enseñado a realizar la introspección y a expresar y gestionar estas emociones. Sí nos enseñaron a ocultarlas, reprimirlas y lo que es peor, a negarlas.
Por eso preguntarnos qué sentimos y porqué, resulta indispensable para saber quiénes somos. Un buen ejercicio es analizar que pensamientos estábamos teniendo cuando tuvimos sentimientos debilitantes: cólera, tristeza, debilidad, impotencia y envidia. También nos orienta tomar nota de los momentos en los que nos apetece evadirnos; darse cuenta de los pensamientos que acompañan a nuestras emociones. Porque todos los pensamientos, positivos y negativos, dan lugar a emociones y acciones del mismo signo. Lo que nos aportará un beneficio o un daño en nuestra vida.
No se trata de juzgarnos por sentir esto o aquello, no somos ni mejores ni peores que otros. Lo que importa es saber cuáles son las emociones que sentimos para gestionarlas de forma asertiva y constructiva. Por ejemplo, la ira y la tristeza son fuente de creatividad si las sabemos canalizar, y nos transmiten mensajes muy claros si reparamos en ello.
Nivel 3. Responde a la pregunta: ¿qué escondo?. Tus zonas oscuras.
Es probable que cuanto mejor te conozcas, descubras partes de ti que te desagradan. A veces ese camino nos puede asustar, sobre todo, si piensas que existe una manera correcta de sentir y pensar.
Te darás cuenta que tus pensamientos, emociones y acciones son el reflejo de quienes nos rodearon. Es un modo de pensar, algo aprendido en tu infancia y adolescencia de las personas que te cuidaron y que has adoptado de manera inconsciente como “modelo de pensamiento”.
En este nivel lo más importante es conocer tus zonas ocultas; es decir, tu Sombra como la llamó C. G. Jung. La Sombra es la parte de tu personalidad que ocultas por vergüenza, porque no corresponde con la imagen idealizada tuya; también corresponde a esas creencias limitantes que has alimentado sobre ti mismo, de los pensamientos negativos recurrentes que has estado cultivando.
Reconocer zonas ocultas te impedirá convertirte en un esclavo de tus mecanismos de defensa, como la ironía, la hipocresía, el sarcasmo, la victimitis, la negación. Es un nivel superior en el que reflexionas para encontrar los patrones, los modelos de pensamiento, los condicionamientos que te hacen daño.
Conocerlos te permitirá encontrar maneras más asertivas, saludables, sinceras y satisfactorias de lidiar con la realidad. Por otro lado el autoconocimiento es el primer paso para romper con el hábito de ser el mismo de siempre (ver el post “Romper con los hábitos”) y por tanto, mejorar aquellos aspectos que te hacen sufrir.
Conocerse para aceptarse.
Al final necesitamos conocer nuestras luces y nuestra Sombra para aceptarnos y ser amorosos y compasivos con nosotros mismos, lo que nos lleva a alcanzar la Paz Interior. Aceptar que tenemos limitaciones, que cometemos errores y que nos equivocamos, nos aporta una mirada tolerante y compasiva con el mundo. Por otro lado al conocer nuestras fortalezas seremos capaces de potenciarlas y superarnos en cualquier ámbito de la vida.
Fuentes:
Laura Gutman.”La biografía humana” Ed. Planeta. 2013.