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Vida vivida, sencilla, valiente.
- 8 de enero de 2019
- Publicado por: Dra Carmen Zorrilla
- Categoría: Desarrollo personal Inteligencia y gestión emocional Sin categoría

“Por un aparente destino comúnmente llamado necesidad, los hombres se dedican, según cuenta un viejo libro, a acumular tesoros que la polilla y la herrumbre echarán a perder y que los ladrones entrarán a robar. Ésta es la vida de un idiota, como comprenderán los hombres cuando lleguen al final de ella, si no lo hacen antes”.
Henry David Thoreau,
Hijo de una familia pobre de inmigrantes franceses, sus compañeros de clase se burlaban de él porque no podía comprarse un abrigo decente. Su familia prosperó gracias a que el “hijo prodigio” aplicó al negocio familiar lo que había aprendido en Harvard inventando un lápiz mejor y perfeccionando la máquina para fabricarlos. Sin embargo, había algo extraño en aquel joven que no se contentaba con el destino que le había tocado en suerte y se negaba a plegarse a las encorsetadas normas que dictaba la sociedad de su época.
En julio de 1845 decidió romper el cordón umbilical. Construyó una cabaña en el lago Walden y vivió allí durante dos años, lejos de todo lo mundano. En su refugio se dedicó a escribir, leer, disfrutar de la naturaleza y sobre todo, a reflexionar mucho. Reflexionó sobre un mundo en el que temía que pensar estuviera fuera de lugar.
“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido”, fueron sus palabras.
Éstas son un toque de atención a todas aquellas personas que se han acostumbrado a una vida asfixiante repleta de preocupaciones innecesarias, una “vida de silenciosa desesperación”, como la describió él mismo.
“Busca tu verdad, no te contentes con la verdad de los demás.”
Thoreau sostiene que al no ser dueños de nuestra vida nos convertimos en esclavos. Afirma que cuando tenemos problemas, en vez de buscar salida, nos sentimos frustrados y atrapados y nos contentamos con la resignación. Miramos alrededor y nos consolamos pensando que a todos les pasa igual. No comprendemos que: “Mal de muchos consuelo de tontos”.
Llegamos al convencimiento de que las maneras de pensar, sentir o actuar que nos ha enseñado la sociedad son las únicas posibles. Y es esa certeza lo que nos ata a una situación que no nos agrada o que incluso nos daña. Llegamos a sobrevivir en la zona de confort que hemos construido.
Para salir de ésta zona, el primer paso es cuestionarlo todo, no dar nada por sentado, ni siquiera lo que nos han enseñado de niños o las reglas, creencias e ideas con las que todos, a nuestro alrededor, están de acuerdo.
Thoreau decía: “ No se puede confiar en ninguna forma de hacer o pensar, por muy antigua que sea, sin pruebas. Aquello que todo el mundo corea o que se acepta en silencio como verdad indiscutible, mañana puede convertirse en una falsedad”. Solo cuando comenzamos a cuestionarnos las cosas, en vez de resignarnos a ellas, podemos cambiar de verdad. Un cambio que nos conduce a la autoliberación.
“El paraíso se encuentra tanto debajo de nuestros pies como encima de nuestras cabezas”, decía Thoreau y en esas líneas se aprecia que a pesar de su desilusión con la sociedad, también podemos ser felices aquí y ahora.
El camino que propone es una vida significativa marcada por la simplicidad: “Sea cual sea el significado de tu vida, encuéntralo y vívelo: no lo rechaces. Cultiva la pobreza como una hierba de jardín. No te preocupes mucho por conseguir cosas nuevas, ya sea ropa o amigos. Las cosas no cambian, somos nosotros quienes cambiamos. Vende tu ropa y atesora tus pensamientos”.
Cuando Thoreau decía que acumular bienes es insensato, se refería a que el coste psicológico que pagamos por esos objetos es demasiado alto y a menudo ni siquiera somos conscientes de ello; en definitiva se refería al apego que sentimos hacia el mundo material y el sufrimiento que nos produce ese apego.
Necesitamos ganar dinero para pagar y consumir, estamos en un mundo materialista en donde no encontramos nuestro SER y el hueco del SER lo llenamos con el TENER. Somos esclavos de la sociedad de consumo en donde las cosas que hemos creado nos dominan ya que dictan en que emplearemos nuestro tiempo.
Vamos a la moda y fabricamos con obsolescencia programada para obligarnos a reponer las cosas que se rompen.
No pensamos en el sentido profundo de la vida, ya que nos mantenemos ocupados generando riqueza que después despilfarramos en cosas que no necesitamos.
Este filósofo quería que le encontráramos un sentido a lo que hacemos, un sentido personal. Y para ello necesitamos indagar en lo que queremos de verdad y deshacernos de lo que no queremos. Entonces la vida adquiere otra perspectiva.
Vivir de forma sencilla, ser conscientes de todo lo intrascendente y prescindible, es muy liberador porque nos permite abandonar el rol de esclavos y adentrarnos en la sociedad como personas libres que llevan las riendas de su vida y deciden realmente qué es lo que quieren y qué no. Y ese es un gran cambio que no todo el mundo tiene la valentía de llevar a la práctica. En el camino estamos…..
Fuentes:
Rojas, P.A. (2018). Una reflexión a propósito de la vida en los bosques de Thoreau. Pensamiento, palabra y obra; 19: 26-39.
Thoreau, H. (2012). Cartas a un buscador de sí mismo. Madrid: Errata Naturae.
Thoreau, H. (1959) Walden o la vida en los bosques. Mexico: Editoria Novaro.